sábado, 22 de septiembre de 2012

Díaz Bessone, Domingo Perón y el PRT



El represor Héctor Vergez intentó durante la audiencia taparse la cara para no ser retratado por las cámaras.

La historia del empresario Julio Gallego Soto narrada por su hijo. Una entrevista al represor Vergez. Los casos de Juan Carlos Casariego de Bel, funcionario del Ministerio de Economía, Javier Coccoz y Cristina Zamponi.

Por Alejandra Dandan

El presidente del Tribunal le tomó juramento. Luego le preguntó aquello que el ritual del juicio oral establece para cada comienzo de audiencia. “A pesar de su carácter de hijo le caben las generales de la ley”, prescribió Angel Nardiello. “Por eso debo preguntarle si conoce al imputado o tiene vínculos de amistad o enemistad con él.” Víctor Gallego Soto, ceremonioso, protocolar, le dio la respuesta: “No tengo certeza de cuál ha sido la conducta del señor (Héctor) Vergez contra mi padre, de manera que no puedo decir si tengo enemistad o no, voy a decir solamente lo que corresponda”.
Esta causa le llevó a Gallego Soto más de treinta y seis años de búsqueda, preguntas y de intentar entender él mismo la figura de su padre, Julio Gallego Soto, que nació en España en 1915, se nacionalizó argentino y quienes trabajaron su biografía lo suelen pensar como uno de los personajes de la Guerra Fría. Para Rogelio García Lupo –que será testigo de este juicio– “un agente para las operaciones confidenciales de mayor riesgo” de Juan Perón. Antes asesor económico y financiero de Ramón Carrillo, presentado usualmente como empresario, la historia más larga lo hace parte de la resistencia peronista y un hombre muy cercano a Perón. “Conocía las cuentas numeradas de bancos de Nueva York, Barcelona, Montevideo y París donde era mayor la discreción –dice García Lupo– y también podía reconstruir de memoria la historia de los contradocumentos y las transferencias de fondos que respaldaban los pactos políticos del jefe del justicialismo.” Poco antes del golpe del ’76 trababa vínculos, en cambio, con el general Ramón Díaz Bessone, luego ministro de Planificación de la dictadura. Además, en algún momento, Gallego Soto se conectó a través de Alicia Eguren de Cooke con uno de los hermanos Santucho: a partir de entonces habría operado como asesor en las sombras del PRT.
Vergez empezó a ser juzgado ayer por su secuestro y desaparición. También por otros tres casos vinculados: el secuestro y desaparición del funcionario del Ministerio de Economía Juan Carlos Casariego de Bel, que se opuso a una maniobra del entonces titular de la cartera José Alfredo Martínez de Hoz para nacionalizar la ex compañía de electricidad Italo. Y la desaparición de “Pancho” Javier Coccoz, responsable del aparato de Inteligencia del PRT y el secuestro de su esposa Cristina Zamponi, que sobrevivió tras radicarse en el exterior con su hijo. Los cuatro secuestros son del ’77. Pancho cayó primero, el 11 de mayo de 1977 y lo llevan a Campo de Mayo; Casariego del Bel el 15 de junio y Gallego Soto el 4 de julio. Para los fiscales Alejandro Alagia y Gabriela Sosti el vínculo entre todos es Coccoz: los hombres del mundo de las empresas eran los contactos periféricos del PRT para los datos y asesoramiento en finanzas. Vergez estuvo sentado en la sala de Comodoro Py con el cuerpo doblado en dos partes, intentando taparse la cara ante los retratos de las cámaras. No declaró. Autor del libro Yo fui Vargas, un apodo con el que se lo conoció en el Batallón 601, aparece en esta historia en 1977 cuando fue convocado a Buenos Aires tras haber dirigido el centro clandestino de La Perla en Córdoba. En Buenos Aires le dieron una tarea: encargarse de Coccoz cuando aparentemente ya era prisionero.
El hijo de Gallego Soto no supo hasta muchos años después nada de esa historia. Vivió convencido de que su padre había sido secuestrado porque una vez le mandó una carta a Díaz Bessone para pedirle que intercediera en la liberación de los empresarios Jorge y Federico Gutheim. Cuando en 1997 Gallego Soto hijo insistía todavía con esa hipótesis, un amigo coronel lo paró en seco para decirle que estaba equivocado y le habló de Vergez. Gallego Soto hijo primero no quiso conocerlo. Finalmente, lo entrevistó en mayo de ese año en la confitería Selquet, de Pampa y Figueroa Alcorta.

Selquet

“Mi postura no era de animadversión a las Fuerzas Armadas en absoluto: pero nunca me imaginé lo que vendría”, dijo Gallego Soto hijo sobre el encuentro.
“Vergez me preguntó qué buscaba. Yo no tenía grabador en la conversación, pero lo hubiera querido. Me dijo que había detenido a mi padre, a tal punto que yo le pregunto dónde lo detuvo para probar si me estaba mintiendo. Entonces me dijo que fue en el centro.”
Vergez le dijo que no era cierto lo de Gutheim. Le habló de Pancho, como de un detenido que había mencionado a su padre como vínculo con la organización.
“Yo no conocía a ningún Pancho”, dijo él, mientras evocó esa escena en la audiencia. “Mientras él hablaba yo me preguntaba ¿quién era Pancho? El único Pancho que conocía me sonaba de unos chocolates. Además, me acuerdo que le dije: ‘¿Pero entonces cualquier persona nombra a otra y ya está?’. Y él me dijo que no: ‘Comprobamos si podía ser cierto’. Frente a esta situación le pregunté qué pasó. Y me dijo: ‘Todo terminó rápidamente’.
–¿Qué quiere decir? ¿Lo mató?
–No, yo no lo maté –me dijo–. Sí me consta que todo terminó.
–¿Usted lo vio muerto?
–Yo no lo vi muerto.
–Entonces, sabe quién lo mató.
—...
–Entonces ¿no le consta?”
“Lo que sí finalmente me hizo presentir (que era cierto) es que a él le llamó la atención que Díaz Bessone no intercediera en su beneficio”, dijo. Habló de lo que le pasó a él frente a Vergez. De las leyes de la impunidad. De la cadena de mandos. “Yo no le creía pero tampoco podía dejar de creerle. Nada. No tenía respuesta. No podía odiar, no podía agradecer. No podía decir nada.”

¿Quién era su padre?

“Respecto de quien era mi padre no sé si yo esté a la altura de definirlo”, dijo él cuando empezó la audiencia. “He tratado de entender a mi padre, y no he encontrado en su conducta nada que pueda haber ocasionado semejante tragedia para él y para la familia. Honrándolo como hijo, quizá no pueda decir quién era pero puedo aportar lo que he podido averiguar.”
En esa historia de hijo que arma la vida de un padre de a partes, entre documentos y cartas viejas que va encontrando, llegó a explicar lo que pasó en 1955: allanamientos a su casa, la decisión de trasladar a su hijo y a su esposa a Montevideo. Los `60: la relación con Perón. Una foto en China: el General, Isabel, Alicia Eguren de Cooke y su padre. “Allí empieza una segunda etapa muy trascendental en la vida de mi padre”, dijo su hijo. “Empiezo a encontrar documentación que marca una relación entre el general Perón y mi padre, noto que hay distintas comunicaciones que me hacen inferir máxima confianza.”
Tras la muerte de Perón, habló de ese otro momento: la relación con Díaz Bessone, a la que volvió largo como si todavía le pidiera explicaciones sobre qué sabía o no sabía, o por qué no intercedió para liberar a su padre. Víctor era compañero del liceo del hijo del represor Díaz Bessone. Los padres se vieron por primera vez en una comida, dos parejas, los hijos, todos en un restaurante del Sheraton de Buenos Aires. “Ese día en el hotel nace un vínculo con Díaz Bessone, estamos todavía en pleno período de gobierno constitucional”, aclaró el hijo de Gallego Soto. “La relación siguió el marco de lo que era un proyecto desarrollista que tenía Díaz Bessone que distó mucho de lo que vino después de marzo del ’76, nada tuvo que ver con lo que se vio después del 24 de marzo, de manera que quiero explicar que mi padre estaba cercano a este general dentro de un contexto de desarrollo y demás.” La búsqueda para él no termina. Se acrecentará con el devenir de este juicio, en el que también se hablará de la circulación de copias de “interrogatorios” de la Inteligencia del Ejército.

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