lunes, 4 de junio de 2012

Crece el malestar y el gobierno no reacciona

El enojo que viene creciendo en las filas de quienes viven de un salario a causa de la falta de actualización del impuesto a las Ganancias es evidente y ya está en las calles con movilizaciones y quejas airadas.
Resulta incomprensible la inacción del gobierno nacional ante un problema que castiga a un número creciente de trabajadores en razón de que, en los últimos años, la actualización del límite inferior que afecta ese tributo ha sido muy inferior al avance de la inflación y de los aumentos salariales pactados en paritarias.
"El salario no es ganancia", dicen, y con razón, los que hoy se ven afectados por esta gavela. La movilización realizada ante la sede de la AFIP en Santa Rosa por parte de los trabajadores de la educación es un buen síntoma de ese disgusto que va ganando adherentes en todo el país. Según uno de los dirigentes del sindicato que agrupa a los docentes, con los últimos aumentos salariales quedó el 60 por ciento de los asalariados entrampados en el rígido corsé de un impuesto a todas luces injusto.
Ya está el impuesto al consumo -Impuesto al Valor Agregado- para aportar su cuota de inequidad, pues, como se sabe es pagado por toda la población por igual independientemente de su nivel de ingresos. Un rico y un pobre, tributan lo mismo de IVA cuando consumen. Y es un tributo que sigue siendo muy importante en la recaudación general del fisco.
La pelea del gobierno nacional con el líder de la CGT pasa en buena medida por este problema. Y en verdad no se entiende que el gobierno deje seguir aumentando la presión por parte de un sector que, por amplia mayoría, lo respalda y lo votó en las urnas. Es sabido que una enorme proporción de los votos que permitieron la reelección de la Presidenta provino de las filas de los trabajadores que le reconocen a su gobierno -y al anterior de su esposo- el haber instaurado definitivamente las negociaciones paritarias entre empleados y empleadores para establecer los niveles salariales. Se trata de un mecanismo de negociación directa cuyo uso nunca estuvo tan extendido en el país como en estos últimos años.
Pero si la evolución del límite inferior comprendido por el Impuesto a las Ganancias no asciende en forma paralela a esas negociaciones, y a la inflación, se produce el desfasaje que hoy provoca tanto malestar social.
Ese impuesto, si se decide aplicarlo a un sueldo, debería tener un límite muy superior y afectar únicamente las retribuciones de los salarios más altos de la pirámide laboral, los que perciben los puestos más jerarquizados. Y no los de un trabajador que apenas llega a un modesto sueldo promedio.
Un salario que hoy tributa Ganancias -tanto para las personas casadas y con hijos como para las solteras- alcanza apenas para vivir con cierta decencia y no mucho más. Por lo tanto, cuesta entender cómo el gobierno sigue si actualizar los valores de este tributo. Peor aún, cuando una funcionaria del Ministerio de Trabajo, intentando poner paños fríos a un debate tan caliente, anticipó que se está estudiando incrementar el nivel imponible, recibió inmediatamente una andanada de retos y reproches desde las esferas oficiales, como si ese tema fuera tabú o ese impuesto fuera intocable en los niveles de castigo tributario que hoy está.
Cuando el gobierno pide "solidaridad" a los asalariados registrados con respecto a los que están "en negro", y todavía en una proporción muy alta, parece desconocer que el esfuerzo económico que se solicita es demasiado alto en relación con lo que perciben. Especialmente cuando todavía persiste la injusticia de que los jueces provinciales y nacionales continúan sin tributar Ganancias a pesar de que sus retribuciones son incomparablemente más altas que las del común de los trabajadores. O que muchas operaciones financieras están exentas del pago de tributos aunque son realizadas únicamente por los sectores más adinerados de la sociedad.

LA ARENA

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