La conformación política, social y cultural de América Latina se forjó en dramáticos procesos de dominación y resistencias; conocemos la historia y a esta altura es mucho más contrastable la evidencia del despojo, que hace no mucho tiempo era negada o solapada[1]. Lo cierto es que, como sostiene el peruano Aníbal Quijano, sobre la base de ese fenómeno de exacción y saqueo de América se configuró un nuevo patrón de poder que ha implicado “la articulación de todas las formas históricas de control del trabajo, de sus recursos y de sus productos, en torno del capital y del mercado mundial”[2]. Lo que sucedió luego en el historial de dependencias y resistencias latinoamericanas se repite como tragedia en los procesos nacionales de nuestra Patria Grande. Hacemos aquí una reflexión acompañada de una breve reseña de las pérdidas que sufren las clases trabajadoras argentinas en este contexto de decadencia.
La cuestión del trabajo
La problemática del trabajo en America Latina reúne caracteres que la definen, o al menos permiten contextualizarla. El trabajo en las sociedades capitalistas latinoamericanas involucra una serie de elementos relevantes, en particular existe uno que nos interesa resaltar en esta columna y tiene que ver con el escenario de disputa (más bien lucha) de clases sociales, su conformación y la articulación de las identidades que se fragmentan y padecen las formas de control e imposición de este sistema.
La noción moderna de trabajo surge así bajo el impacto de un verdadero golpe de fuerza político y social: la separación de una serie de operaciones objetivables y la capacidad humana de realizarlas…El trabajador, ser de subjetivación, se convierte en prisionero de aquello a lo que debe referirse: las operaciones objetivadas. A la inversa, la noción de trabajo doméstico está en las antípodas de la objetivación: ella está ligada a las relaciones afectivas en el seno de la familia y fundada sobre la “disponibilidad”[3].
Desde que el capitalismo es capitalismo, en América todas las formas previas de explotación y control de la producción/apropiación/distribución de lo producido, se concatenaron en función de la relación capital-salario. Esa nueva configuración histórica y estructural le puso adjetivo a la mayoría de las relaciones posibles en el desarrollo de lo social, todo paso a ser parte del “capital”; o como mejor lo define Quijano: “de ese modo se establecía una nueva, original y singular estructura de relaciones de producción en la experiencia histórica del mundo: el capitalismo mundial”[4].
Las clases trabajadoras
Si bien es cierto que el trabajo conforma el hilo conductor en el análisis de la producción y la reproducción de la sociedad, son las formas que él mismo adopta en el seno de las sociedades concretas las que le aportan su especificidad[5]. Son los y las trabajadoras en carne y hueso las que producen riqueza en este o en otro sistema socioeconómico posible, y es -en gran medida- en el transcurso de esa lucha de los/las trabajadores por sus derechos, que las clases se conciben como clase.
Por tanto la triangulación de trabajo, clase social y capitalismo en los cimientos de las sociedades actuales resulta cuanto menos conflictiva. El desempeño de la economía centrada en las lógicas del capital, implica una concepción restringida de la idea de trabajo, por ende también de clase social. Ahora bien si concedemos que las clases trabajadoras se sitúan en el reverso de esa lucha social que el capitalismo desencadena, ¿cómo se conforma la identidad de trabajadores y trabajadoras en el medio del siglo XXI, cuando el patrón neoliberal dicta las normas de la vida casi sin objeciones a la vista? El caso argentino en la era macrista revela un momento más (momento crucial) de esa disputa.
Deterioro del trabajo argentino
Desde diciembre de 2015, los sectores que históricamente se adueñaron de la tierra y el control del trabajo en la Argentina lograron acceder orgánicamente al ejercicio del gobierno por vía del sufragio. A partir del triunfo de Mauricio Macri como presidente, todas y cada una de sus medidas apuntaron a deteriorar las condiciones sociales de las clases trabajadoras en el país. Un informe reciente dado a conocer por el Centro de Investigación y Formación de la Republica Argentina (CIFRA)[6] sintetiza la “herencia” en materia laboral que legará el gobierno de Cambiemos al país:
• Una estructura ocupacional precarizada, con incremento en la brecha de género y en la precariedad del empleo juvenil.
• La desocupación consolidándose nuevamente en torno a los dos dígitos, impulsada por permanentes ciclos de despidos colectivos tanto en el sector público como en el privado.
• El empleo no registrado otra vez en crecimiento.
• Los salarios reales por debajo de los niveles de 2015 y mayor desigualdad en los ingresos de las y los trabajadores.
• Un avanzado proceso de flexibilización laboral de hecho.
• Los fondos de la seguridad social y de las obras sociales afectadas.
• Las pequeñas y medianas empresas fuertemente debilitadas.
• Las instituciones laborales desactivadas (como el Consejo del Salario Mínimo y la Paritaria Nacional Docente) y desjerarquizadas (como el ex Ministerio de Trabajo, entre otras).
• Las políticas activas de empleo desfinanciadas (formación profesional, inserción laboral y REPRO, entre otras).
El listado es mayor y requiere de un análisis detallado de la cantidad de hogares, familias y comunidades que quedan a la deriva por cada una de las acciones del gobierno de Macri. Si bien sabemos que el capitalismo no es otra cosa que el control de los cuerpos que trabajan y producen la riqueza que las clases dominantes disfrutan, en los últimos tiempos el trabajo se transformó en el blanco perfecto de los ataques de gobiernos y políticas estatales en Argentina y en la región. Las aceleradas consecuencias de este pasaje neoliberal por el cual transitamos son muchos más nocivas que la inercia histórica y afectan a la misma concepción del vinculo “capital-salario” (la “reforma laboral” que el FMI prepara con el actual gobierno no es otra cosa que la ratificación de esa dirección).
Es en ese sentido que la identidad de las clases sociales trabajadoras, que hacen de su tarea una forma de resistencia y subjetivación (obreros, empleadas, docentes, agricultores, peones, etc.), persiste en contradecir estos tiempos oscuros que recorren Argentina y America Latina. En breve los ritmos electorales marcarán parte del desenlace de este contexto histórico, con o sin estos tramites es urgente detener este ciclo neoliberal en el país y en América Latina.
Óscar Soto
Contrahegemonía
Notas:
[1] En Argentina, por ejemplo, hasta hace no mucho se celebraba la invasión y conquista que significó el genocidio indígena de 1492 en nuestras tierras como el “descubrimiento de America” o “día de la Raza”.
[2] Quijano, A. (2014) Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. En: Cuestiones y horizontes : de la dependencia histórico-estructural a la colonialidad/descolonialidad del poder. Buenos Aires : CLACSO p. 777-798.
[3] Hirata, H Y Zariffian, P. (2007) El concepto de trabajo. Revista de Trabajo Año 3, N°4, Buenos Aires. p34
[4] Quijano, A. (2014)…..p. 781
[5] Collado, P. (2005) Metamorfosis del trabajo o metamorfosis del capital. Revista Herramienta N° 30, Buenos Aires.
[6] CIFRA (2019) Agenda urgente para una sociedad de trabajo http://www.centrocifra.org.ar/publicacion.php?pid=144
Óscar Soto es docente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional de Cuyo (FCPyS-UNCuyo).
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