lunes, 1 de julio de 2019

No hay vuelta al 2015



Ni con Macri, ni con Lavagna, pero tampoco con Fernández.

Entre las grandes masas trabajadoras la completa debacle del gobierno Macri y su consecuencia devastadora en el nivel de vida, la desocupación, la caída del poder adquisitivo de salarios y jubilaciones, la miseria social e incluso el hambre, ha puesto en el tapete la cuestión de que “estábamos mejor en el 2015”. Irrefutable.
¿Estábamos bien en 2015? No, por eso perdió la candidatura de Scioli que encarnaba la salida “hacia los mercados” desde adentro del peronismo y aún del kirchnerismo, resignado a colocar de vice a Zanini. Franjas enteras de trabajadores votaron a Macri contra el impuesto al salario, por la recesión y contra una inflación que siendo mucho menor a la actual, era ya importante y las paritarias venían a la baja.
Pero como consecuencia del estrepitoso fracaso de la tentativa macrista, y en particular desde la caída en las garras del FMI, se empezó a revalorizar un peronismo dividido y atravesado por las causas de corrupción y la cooptación de gobernadores por la caja macrista. Así, los adelantos electorales provinciales, como consecuencia de la crisis política y de régimen, fueron el ensayo para rearmar una tentativa de recambio, hoy corporizada en la fórmula Fernández-Fernández.
Ante la catástrofe social, gran parte del pueblo argentino firmaría ya la vuelta al estado en que estábamos. Pero eso no será así aunque ganen los FF. La propia fórmula ya denota que no será así.
Cristina protagonizó en sus últimos años lo que caracterizamos desde el PO como un “bonapartismo tardío”. Es decir un reforzamiento del régimen de poder personal, mayoría parlamentaria mediante, para pilotear la crisis de sus últimos cuatro años. De la mano de ese régimen final vino “la vuelta a los mercados”, tras el saqueo del Anses agotando las posibilidades de la política de la deuda “interestatal”: el repago usurario al Club de París y a Repsol y el reconocimiento de los juicios del CIADI. De sobrepique, el cepo cambiario por la caída internacional del precio de la soja como parte de la caída del precio del petróleo y de todos los comodities que llevaron al abismo también el régimen chavista, poniendo de relieve los límites insalvables de los nacionales y populares de América Latina.
El punto es que ese bonapartismo tardío tampoco vuelve. Cristina ha puesto para asumir la presidencia a un hombre de confianza del capital financiero y del establishment. No hay bonapartismo de vicepresidentes. Menos todavía con el sándwich político de la incorporación de Massa con destino a la presidencia de la Cámara de Diputados, que fue un pilar de las leyes macristas y de mano dura. Nada menos que el hombre que acompañó al novato Macri a Davos, para garantizar su acompañamiento ante la burguesía mundial.
Aún así, el cambio de un eventual gobierno FFM, con respecto al régimen del 2015 no termina allí. Para economía ya no va Kicillof que, de ganar, tendrá que bailar con la explosiva Provincia en tiempos de ajuste: van Nielsen y un equipo que se pasan dando garantías de repago y ajuste a la Nac&Pop. Especialmente, la idea de un congelamiento de precios y salarios que ate a los sindicatos después de una devaluación ya anunciada crípticamente por Alberto F. al decir que el precio del dólar es artificial (o sea bajo).
¿Y el parlamento? ¿Volverá a ser el de 2015, en caso de ganar la fórmula Fernández, Fernández, Massa? Tampoco. Ni parecido. Los gobernadores promacristas del peronismo como Manzur, Bordet, Uñac o el flamante Perotti, manejaron la “lapicera” de las listas federales a diferencia del pasado. Y en el extremo caso cordobés en el que el kirchnerismo entregó los votos a Schiaretti, este va con boleta corta, mostrando que la rendición K para votarlo fue incondicional. Por otro lado, en la Provincia Máximo manejó la lapicera pero resignó cuatro bancas de La Cámpora de ocho que renuevan.
Como verán, a estas alturas, del “bonapartismo tardío” del 2015 no quedan ni rastros. Y Fernández Alberto se la pasa dando garantías al FMI como ocurrió días pasados, lo que nos llevará al default que él dice rechazar. Las cesaciones de pago no se buscan, ocurren en las naciones que pagan una deuda que en un momento no pueden seguir pagando, nunca en un gobierno capitalista es una decisión consciente.
El “contrato social” que ha ideado con Cristina, rememorando el nefasto pacto social de Perón, Rucci y Gelbard, es la vía nacional y popular de conducirnos a las reformas antiobreras que prepara toda la clase capitalista: las reformas laboral, previsional e impositiva, que no completó Macri y que acompañan el reforzamiento de los compromisos asumidos con las privatizadas en torno a la dolarización de tarifas.
La campaña electoral del PO en el FIT Unidad será una poderosa palanca para las futuras luchas de los trabajadores al preparar a los activistas en esta línea de independencia de clase, de allí la importancia del planteo estratégico “que la crisis la paguen los capitalistas” para desenvolver el programa de poder de los trabajadores para que la crisis la paguen ellos.

Néstor Pitrola

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